dilluns, 20 de gener del 2014

CARTA A UN AMIGO

 Estimado amigo. Buenos días.
Gracias por enviarme tu reflexión, la que podría subscribir como propia. Te agradezco la confianza.
Y en la confianza que nos une quisiera hacer alguna aportación complementaria a tu escrito. Cierto es que, en la situación de conflicto generada entre Catalunya y España, estamos donde estamos porque dos posiciones antagónicas del nacionalismo de este país (entiéndase el catalán y el español) han preferido ocultar sus miserias tras una densa cortina de humo, aprovechando ambas la coyuntura de una crisis económica inducida y potenciada por los intereses de un capitalismo especulativo que ha decidido dar un golpe de timón al curso de la historia. Es bien seguro que si la sobada crisis económica no hubiese aparecido, otras crisis que han emergido de manera colateral continuarían enmascaradas. Y entre ellas, la que nos ocupa.
Pero no por enmascarado el problema de encaje entre Catalunya y España habría sido menos real. Y lo que ciertamente está acabando por ser, no sólo irreal, si no esperpéntico, es el abordaje que ambas partes están dando al tema; convirtiendo un problema (que, por tanto, tiene solución) en un absurdo conflicto identitario y emocional que nos está llevando a un callejón sin salida (con difícil solución). Por un lado, el PP aferrado a una absurda defensa de la legalidad jurídica, como si ésta no fuese una cuestión que se resuelve por voluntad y acuerdo político entre las partes. Por otro lado, ERC/CiU (fundamentalmente) partiendo de una afrenta economicista (balanzas fiscales, expolio, etc.), barnizada con principios identitarios y un buen adobo emocional,  que vende bien en época de vacas flacas y cabreo generalizado. Cada cual se instala en su posición, unos en la legalidad y otros en la economía, sin poca voluntad –o, mejor dicho, ninguna- de resolver realmente el conflicto.
Y sorprende enormemente la torpeza del PP y su gobierno de jugar al enroque permanente, a la espera que unos brotecillos verdes de la economía –en uno u otro momento- empiecen a generar alguna esperanza en la maltrecha ciudadanía. El PP, más que nadie en este momento, tiene la obligación de buscar espacios de encuentro, diálogo y negociación para resolver de la mejor manera posible el conflicto. Al contrario, lo que está abonando con su incapacidad es el deseo de muchos catalanes de descolgarse de un Estado al que perciben como poco comprensivo ante una realidad compleja, plural y múltiple de los territorios que lo configuran. De hecho, y es una realidad admitida por los propios defensores de la ruptura, es el PP quien está consiguiendo el mayor número de adeptos a la causa independentista.
Estamos llegando a una situación de enfrentamiento insostenible entre la chulería (de unos) y la prepotencia (de otros), que nos aboca a un futuro incierto y negativo para todos, si no se busca la mejor solución. Una solución que nos haga ganar a todos, y no perder a ambas partes.
Y la solución es posible, pero tenemos que romper el inmovilismo de la situación de partida, provocada por actitudes querulantes en uno y otro terreno. Será difícil que el PP, que en estos momentos está defendiendo postulados cavernarios, dé un paso al frente y ofrezca una alternativa real y válida para empezar a resolver la situación territorial, no sólo de Catalunya, sino que aborde definitivamente la realidad plurinacional, pluricultural y plurilingüística de España. Por su parte ERC/CiU están aprovechando –y explotando- el descontento generalizado del pueblo catalán para presentar, de manera falaz, la independencia de Catalunya como la salvación de todos los males presentes y futuros, aunque empiezan a hacer matizaciones a medida que avanza el proceso. Pero también es cierto que en una parte importante de la ciudadanía de Catalunya (que va mucho más allá de un sentimiento real de independencia) se está viviendo esta situación con una cierta ilusión y esperanza de generar un futuro diferente del que se vislumbra en estos momentos de dominio pendenciero y absoluto del PP y sus secuaces.
Pero… hagamos también una leve incursión en el campo de la autocrítica. Creo, sinceramente, que errores cometidos en el pasado desde las filas socialistas han ayudado a que ahora nos encontremos en la situación en la que estamos. Ciertamente que el PP llevó la reforma del Estatut de Catalunya ante el TC, después de que el Estatut hubiese pasado por la aprobación del Parlament de Catalunya, el Congreso de los Diputados y haber superado un referéndum. Pero no podemos olvidar –para ser ecuánimes- el apoyo indisimulado de algunos prohombres del socialismo español al tan cacareado “cepillado” del Estatut, incluso en el debate parlamentario. Por cierto, voces que –algunas- continúan sonando disonantes desde una visión federal de lo que debería ser el Estado. ¡Qué realidad no tendríamos en estos momentos si se hubiese actuado con una visión más amplia, generosa y de reconocimiento a la pluralidad!
Creo que una parte del mérito es nuestra. El socialismo español y catalán ha actuado con cierta torpeza en algunos momentos, sin haber calibrado con mayor exactitud las consecuencias de algunas decisiones. Pero, en fin, no nos petrifiquemos en el pasado y miremos hacia el futuro. Y mirar hacia el futuro es hacer planteamientos con rigor, con respeto, con reconocimiento, con equidad… pero también con valentía.
Nos encontramos en una situación en la que los pseudo presidentes Rajoy y Mas parecen estar jugando una partida cuyo objetivo final se diría que es llegar a un choque frontal, fruto de la irracionalidad de uno y otro, sin pretensión de evitar el colapso. Cuanto peor, mejor, parecen perseguir. Y creo sinceramente que en este escenario que nos presentan, la única opción de sensatez y viabilidad debe partir del entorno del socialismo español (PSOE) y catalán (PSC). Pero para ello es necesario plantear alternativas (no sólo enunciarlas) que den respuesta a la situación actual, que recuperen la ilusión de los ciudadanos y que supongan un buen encaje para todos los territorios del Estado. Y aquí veo dudas, vacilaciones, incoherencias… y hasta un cierto temor por avanzar.
¿A qué espera el PSOE para explicar en profundidad el alcance del Estado Federal que defendemos? Que no tema que los ciudadanos sean incapaces de  entenderlo. Es cuestión de hacer buena pedagogía. La ciudadanía sólo necesita que se le expliquen las cosas con claridad y se le eliminen algunos fantasmas, que incluso se le han generado desde nuestras propias filas al hablar de federalismo. ¿Cómo es posible que en un estado plural y diverso (en su cultura, su lengua, sus tradiciones, su historia…) como es España, a alguien le dé miedo de hablar y abordar la realidad de un nuevo Estado Federal asimétrico, como la mayoría de estados federales del mundo, que son capaces de reconocer la pluralidad de sus gentes y territorios. (Además, a esos miedosos habría que recordarles que el actual estado de las autonomías –y no olvidemos que veníamos de un régimen dictatorial- ya es un estado asimétrico, a pesar de los muchos empeños de homogeneizarlo absolutamente todo). El Estado Federal, lejos de defender privilegios de unos frente a otros, ha de defender la diversidad y pluralidad dentro de un estado solidario y de derecho. Recordemos que la propuesta de Estatut de Autonomía que se impulsó en época de Pascual Maragall lo que pretendía era que se reconocieran una serie de peculiaridades de Catalunya, dentro de esa diversidad y pluralidad territorial que debe ser abordada, reconocida y salvaguardada desde una concepción de estado
. ¿Cómo es posible que si aceptamos la diversidad y pluralidad en el seno de nuestra propia familia biológica, y conseguimos una deseada convivencia harmónica, no seamos capaces de aceptar la pluralidad de los territorios que configuran el Estado?
Creo que no hace bien el PSOE al alinearse con los postulados del PP para no permitir cualquier movimiento de avance en el diálogo, amparados en que el derecho a decidir está fuera de una estrecha y miope interpretación de la Constitución.
(No entro en el debate de si derecho a decidir y autodeterminación son, o no, la misma cosa. Pueden serlo, o no, según convenga. Quizá deberíamos convenir que el derecho a la autodeterminación se preserve, de acuerdo a algunos documentos internacionales, para situaciones de colonialismo y de opresión de los pueblos. Y quizá deberíamos convenir que el derecho a decidir es consustancial del sistema democrático, y radica en que los ciudadanos manifiesten sus decisiones –vinculantes o consultivas- a través de determinados mecanismos que el propio sistema pone a su disposición. Y estos mecanismos en unas ocasiones están impulsados por los gobiernos –elecciones, referéndums, etc- y otras veces se impulsan a petición motivada de la ciudadanía –iniciativas populares, consultas, etc)
Tampoco creo, siguiendo con el guión, que sea prudente justificar la inacción en la mayoría absoluta del PP, con el argumento de que ésta impedirá cualquier avance en otra dirección que no sea la de sus propios intereses. El hecho de que tengamos pocas probabilidades de éxito no ha de invalidar que hemos de pedir, reclamar y exigir aquello que creamos necesario en cada momento. Y en este caso incluso forzar, hasta el agotamiento, que el PP escuche, entienda y dialogue con la otra parte. También a nosotros nos va en ello parte de la credibilidad que debemos recuperar.
El diálogo no es una situación que se dé en estado puro en los momentos de conflicto. Hay que perseguirlo, forzarlo y crear el mejor escenario para que las partes lleguen a los mejores acuerdos. Pero las partes (PP i ERC/CiU) siguen enconadas, buscando torticeramente réditos electorales. Y mientras, los que deberíamos mostrar sensatez, racionalidad, coherencia, juicio y visión en un tema tan complejo y sensible como éste, hemos dejado que el tiempo nos atrape, inmersos en un mar de dudas y –a veces- de incoherencias.
El socialismo (español y catalán) debe tomar las riendas en este complicado asunto y hacer propuestas radicales y atrevidas que nos saquen de la posición defensiva en que parecemos estar guarecidos. Debe ser una alternativa al conflicto que se ha generado entre los gobiernos español y catalán; pero también que sirva de impulso y transformación para un regenerado y nuevo Estado Federal en que han de tener cabida todos los pueblos de España.
Mientras no resolvamos este (grave) conflicto, que en Catalunya se ha convertido en “el conflicto” por antonomasia, es difícil poder abordar otras cuestiones importantes que nos amenazan a diario. “El conflicto” nos tiene ocupados y empeñados permanentemente, hasta el punto que enmascara casi todo lo demás. Casi todo se justifica a partir de la imposibilidad de poder decidir libremente. Y en el otro extremo, los que practican la táctica del avestruz, se limitan a negarlo absolutamente todo, a dejar pasar el tiempo (que todo lo cura), como si los problemas cuando se enquistan desaparecieran por arte de magia. (Los inútiles deberían saber que la negación de un problema no es sinónimo de resolución).
Un abrazo, y hasta pronto.

Tu amigo
JOAN