Estimado amigo. Buenos días.
Gracias por enviarme tu reflexión, la que podría
subscribir como propia. Te agradezco la confianza.
Y en la confianza que nos une quisiera hacer alguna
aportación complementaria a tu escrito. Cierto es que, en la situación de conflicto
generada entre Catalunya y España, estamos donde estamos porque dos posiciones
antagónicas del nacionalismo de este país (entiéndase el catalán y el español)
han preferido ocultar sus miserias tras una densa cortina de humo, aprovechando
ambas la coyuntura de una crisis económica inducida y potenciada por los
intereses de un capitalismo especulativo que ha decidido dar un golpe de timón
al curso de la historia. Es bien seguro que si la sobada crisis económica no
hubiese aparecido, otras crisis que han emergido de manera colateral
continuarían enmascaradas. Y entre ellas, la que nos ocupa.
Pero no por enmascarado el problema de encaje entre
Catalunya y España habría sido menos real. Y lo que ciertamente está acabando
por ser, no sólo irreal, si no esperpéntico, es el abordaje que ambas partes
están dando al tema; convirtiendo un problema (que, por tanto, tiene solución)
en un absurdo conflicto identitario y emocional que nos está llevando a un
callejón sin salida (con difícil solución). Por un lado, el PP aferrado a una
absurda defensa de la legalidad jurídica, como si ésta no fuese una cuestión que
se resuelve por voluntad y acuerdo político entre las partes. Por otro lado, ERC/CiU
(fundamentalmente) partiendo de una afrenta economicista (balanzas fiscales,
expolio, etc.), barnizada con principios identitarios y un buen adobo
emocional, que vende bien en época de
vacas flacas y cabreo generalizado. Cada cual se instala en su posición, unos
en la legalidad y otros en la economía, sin poca voluntad –o, mejor dicho,
ninguna- de resolver realmente el conflicto.
Y sorprende enormemente la torpeza del PP y su gobierno
de jugar al enroque permanente, a la espera que unos brotecillos verdes de la
economía –en uno u otro momento- empiecen a generar alguna esperanza en la
maltrecha ciudadanía. El PP, más que nadie en este momento, tiene la obligación
de buscar espacios de encuentro, diálogo y negociación para resolver de la
mejor manera posible el conflicto. Al contrario, lo que está abonando con su
incapacidad es el deseo de muchos catalanes de descolgarse de un Estado al que
perciben como poco comprensivo ante una realidad compleja, plural y múltiple de
los territorios que lo configuran. De hecho, y es una realidad admitida por los
propios defensores de la ruptura, es el PP quien está consiguiendo el mayor
número de adeptos a la causa independentista.
Estamos llegando a una situación de enfrentamiento
insostenible entre la chulería (de unos) y la prepotencia (de otros), que nos
aboca a un futuro incierto y negativo para todos, si no se busca la mejor
solución. Una solución que nos haga ganar a todos, y no perder a ambas partes.
Y la solución es posible, pero tenemos que romper el
inmovilismo de la situación de partida, provocada por actitudes querulantes en uno
y otro terreno. Será difícil que el PP, que en estos momentos está defendiendo
postulados cavernarios, dé un paso al frente y ofrezca una alternativa real y
válida para empezar a resolver la situación territorial, no sólo de Catalunya,
sino que aborde definitivamente la realidad plurinacional, pluricultural y
plurilingüística de España. Por su parte ERC/CiU están aprovechando –y
explotando- el descontento generalizado del pueblo catalán para presentar, de
manera falaz, la independencia de Catalunya como la salvación de todos los
males presentes y futuros, aunque empiezan a hacer matizaciones a medida que
avanza el proceso. Pero también es cierto que en una parte importante de la
ciudadanía de Catalunya (que va mucho más allá de un sentimiento real de
independencia) se está viviendo esta situación con una cierta ilusión y
esperanza de generar un futuro diferente del que se vislumbra en estos momentos
de dominio pendenciero y absoluto del PP y sus secuaces.
Pero… hagamos también una leve incursión en el campo de la
autocrítica. Creo, sinceramente, que errores cometidos en el pasado desde las
filas socialistas han ayudado a que ahora nos encontremos en la situación en la
que estamos. Ciertamente que el PP llevó la reforma del Estatut de Catalunya
ante el TC, después de que el Estatut hubiese pasado por la aprobación del
Parlament de Catalunya, el Congreso de los Diputados y haber superado un
referéndum. Pero no podemos olvidar –para ser ecuánimes- el apoyo indisimulado
de algunos prohombres del socialismo español al tan cacareado “cepillado” del
Estatut, incluso en el debate parlamentario. Por cierto, voces que –algunas-
continúan sonando disonantes desde una visión federal de lo que debería ser el
Estado. ¡Qué realidad no tendríamos en estos momentos si se hubiese actuado con
una visión más amplia, generosa y de reconocimiento a la pluralidad!
Creo que una parte del mérito es nuestra. El socialismo
español y catalán ha actuado con cierta torpeza en algunos momentos, sin haber
calibrado con mayor exactitud las consecuencias de algunas decisiones. Pero, en
fin, no nos petrifiquemos en el pasado y miremos hacia el futuro. Y mirar hacia
el futuro es hacer planteamientos con rigor, con respeto, con reconocimiento,
con equidad… pero también con valentía.
Nos encontramos en una situación en la que los pseudo
presidentes Rajoy y Mas parecen estar jugando una partida cuyo objetivo final
se diría que es llegar a un choque frontal, fruto de la irracionalidad de uno y
otro, sin pretensión de evitar el colapso. Cuanto peor, mejor, parecen
perseguir. Y creo sinceramente que en este escenario que nos presentan, la
única opción de sensatez y viabilidad debe partir del entorno del socialismo
español (PSOE) y catalán (PSC). Pero para ello es necesario plantear
alternativas (no sólo enunciarlas) que den respuesta a la situación actual, que
recuperen la ilusión de los ciudadanos y que supongan un buen encaje para todos
los territorios del Estado. Y aquí veo dudas, vacilaciones, incoherencias… y
hasta un cierto temor por avanzar.
¿A qué espera el PSOE para explicar en profundidad el
alcance del Estado Federal que defendemos? Que no tema que los ciudadanos sean
incapaces de entenderlo. Es cuestión de
hacer buena pedagogía. La ciudadanía sólo necesita que se le expliquen las
cosas con claridad y se le eliminen algunos fantasmas, que incluso se le han
generado desde nuestras propias filas al hablar de federalismo. ¿Cómo es
posible que en un estado plural y diverso (en su cultura, su lengua, sus
tradiciones, su historia…) como es España, a alguien le dé miedo de hablar y
abordar la realidad de un nuevo Estado Federal asimétrico, como la mayoría de
estados federales del mundo, que son capaces de reconocer la pluralidad de sus
gentes y territorios. (Además, a esos miedosos habría que recordarles que el
actual estado de las autonomías –y no olvidemos que veníamos de un régimen
dictatorial- ya es un estado asimétrico, a pesar de los muchos empeños de
homogeneizarlo absolutamente todo). El Estado Federal, lejos de defender
privilegios de unos frente a otros, ha de defender la diversidad y pluralidad
dentro de un estado solidario y de derecho. Recordemos que la propuesta de
Estatut de Autonomía que se impulsó en época de Pascual Maragall lo que
pretendía era que se reconocieran una serie de peculiaridades de Catalunya,
dentro de esa diversidad y pluralidad territorial que debe ser abordada,
reconocida y salvaguardada desde una concepción de estado
. ¿Cómo es posible que si aceptamos la diversidad y
pluralidad en el seno de nuestra propia familia biológica, y conseguimos una deseada
convivencia harmónica, no seamos capaces de aceptar la pluralidad de los
territorios que configuran el Estado?
Creo que no hace bien el PSOE al alinearse con los
postulados del PP para no permitir cualquier movimiento de avance en el diálogo,
amparados en que el derecho a decidir está fuera de una estrecha y miope
interpretación de la Constitución.
(No entro en el debate de si derecho a decidir y
autodeterminación son, o no, la misma cosa. Pueden serlo, o no, según convenga.
Quizá deberíamos convenir que el derecho a la autodeterminación se preserve, de
acuerdo a algunos documentos internacionales, para situaciones de colonialismo
y de opresión de los pueblos. Y quizá deberíamos convenir que el derecho a
decidir es consustancial del sistema democrático, y radica en que los
ciudadanos manifiesten sus decisiones –vinculantes o consultivas- a través de
determinados mecanismos que el propio sistema pone a su disposición. Y estos
mecanismos en unas ocasiones están impulsados por los gobiernos –elecciones,
referéndums, etc- y otras veces se impulsan a petición motivada de la
ciudadanía –iniciativas populares, consultas, etc)
Tampoco creo, siguiendo con el guión, que sea prudente justificar
la inacción en la mayoría absoluta del PP, con el argumento de que ésta
impedirá cualquier avance en otra dirección que no sea la de sus propios
intereses. El hecho de que tengamos pocas probabilidades de éxito no ha de
invalidar que hemos de pedir, reclamar y exigir aquello que creamos necesario
en cada momento. Y en este caso incluso forzar, hasta el agotamiento, que el PP
escuche, entienda y dialogue con la otra parte. También a nosotros nos va en
ello parte de la credibilidad que debemos recuperar.
El diálogo no es una situación que se dé en estado puro
en los momentos de conflicto. Hay que perseguirlo, forzarlo y crear el mejor
escenario para que las partes lleguen a los mejores acuerdos. Pero las partes
(PP i ERC/CiU) siguen enconadas, buscando torticeramente réditos electorales. Y
mientras, los que deberíamos mostrar sensatez, racionalidad, coherencia, juicio
y visión en un tema tan complejo y sensible como éste, hemos dejado que el
tiempo nos atrape, inmersos en un mar de dudas y –a veces- de incoherencias.
El socialismo (español y catalán) debe tomar las riendas
en este complicado asunto y hacer propuestas radicales y atrevidas que nos
saquen de la posición defensiva en que parecemos estar guarecidos. Debe ser una
alternativa al conflicto que se ha generado entre los gobiernos español y catalán;
pero también que sirva de impulso y transformación para un regenerado y nuevo
Estado Federal en que han de tener cabida todos los pueblos de España.
Mientras no resolvamos este (grave) conflicto, que en
Catalunya se ha convertido en “el conflicto” por antonomasia, es difícil poder
abordar otras cuestiones importantes que nos amenazan a diario. “El conflicto” nos
tiene ocupados y empeñados permanentemente, hasta el punto que enmascara casi todo
lo demás. Casi todo se justifica a partir de la imposibilidad de poder decidir
libremente. Y en el otro extremo, los que practican la táctica del avestruz, se
limitan a negarlo absolutamente todo, a dejar pasar el tiempo (que todo lo
cura), como si los problemas cuando se enquistan desaparecieran por arte de magia.
(Los inútiles deberían saber que la negación de un problema no es sinónimo de
resolución).
Un abrazo, y hasta pronto.
Tu amigo
JOAN
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