divendres, 1 de març del 2013

UNA REFLEXIÓN PARA COMPARTIR



Hagamos una reflexión en voz alta. En situaciones de compleja dificultad no conviene actuar con precipitación, aunque ésta sea en aras de intentar una respuesta rápida a los problemas que nos abordan, dejándonos casi sin aliento.
La precipitación no es buena aliada para respuestas razonadas y sensatas, como las que estamos necesitando en estos momentos. Eso por una parte.
Pero por otra, tampoco podemos quedarnos anquilosados ante el riesgo imprevisible que pueda suponer asumir ciertos cambios que son del todo necesarios, y que está pidiendo –desde diferentes ámbitos y con diversos formatos- una ciudadanía perpleja ante la inanición de los partidos políticos para ofrecer respuestas alternativas a la crítica situación de caos institucional y sistémico en que estamos inmersos.
Y en una parte de esa reflexión en voz alta, en esta ocasión, quisiera centrarme en el desencuentro que hemos vivenciado estos días entre el PSOE y el PSC. Algunos aún se están frotando las manos pensado en aquello de “a mar revuelta ganancia de pescadores”. Piensan, y no sin visos de realidad, que si el socialismo español y catalán (suponiendo que fuesen cosas diferentes, pero que yo no lo creo) acaban rompiendo sus relaciones, la derecha de este país –llámese Catalunya o España- tendrá más garantizados sus gobiernos a casi perpetuidad. Sin duda una ruptura no deseada en el socialismo del estado acabaría beneficiando los intereses electorales de la derecha. Eso a nadie se le escapa, ni siquiera a algunos esperpentos del PP, que ya están utilizando de manera farfullera las desavenencias entre el PSOE y el PSC para intentar desviar la atención del mayor escándalo que hayamos conocido hasta estos momentos, asociado a las corrupciones, evasiones, fraudes y extorsiones de su ex gerente y ex tesorero (con una dedicación total de casi tres décadas).
Pero volvamos a la reflexión inicial y la discrepancia entre el PSOE y el PSC en torno al derecho a decidir, en este caso planteado en el Congreso de los Diputados por una mayoría importante de representantes del pueblo de Catalunya (aprox. 77%).
Partamos, desde un punto de vista de doctrina, valores e ideario socialista en relación a la organización territorial, del convencimiento que la mejor manera de convivencia de los territorios (llamémosles regiones, autonomías, países, naciones, o lo que cada cual prefiera), se basa en el respeto mutuo, el reconocimiento de las partes, la defensa de la solidaridad y la potenciación de las capacidades colectivas. Esto, dicho en pocas y cortas palabras, formaría el núcleo troncal de los principios de un estado federal. Otra característica de los estados federales, dentro del reconocimiento de sus territorios federados, es –como no podría ser de otra forma sin faltar a los principios mismos del federalismo- la aceptación de la diversidad y pluralidad de los pueblos que conforman los territorios en el seno de ese estado común.
Llegados a este punto también podríamos convenir que los propios partidos políticos que defienden (la organización de) un estado federal, por convicción, por tradición y por principios programáticos, se definen como organizaciones políticas federadas. Es decir, en su funcionamiento interno se asume el modelo federativo como modelo de organización (y, lógicamente, lo que esto debe significar a nivel orgánico y funcional del partido). Una objeción al respecto: el PSC, todo y ser un partido soberano (inscrito autónomamente en el registro de partidos), ha actuado a nivel estatal como una pseudo federación más del PSOE.
Pues bien, llegados a este punto de la reflexión parece que no debería extrañarnos, si fuésemos coherentes con los principios que defendemos, que uno (el que sea) de los territorios de ese estado federal al que aspiramos, quiera plantear la potestad de que sus ciudadanos puedan decidir sobre su futuro. Bien es cierto que el plantear la segregación de un territorio iría en contra de los principios de la propia federación (que no admite la separación unilateral). Pero no es ése el planteamiento del PSC. El PSC quiere plantear una nueva relación con el estado, en un marco diferente del que estamos en estos momentos (y al que hemos llegado después de una etapa de transición de treinta y cinco años que debe, por evolución del propio sistema, repensar el modelo actual). ¿Y de qué manera más democrática se puede avanzar hacia esa nueva configuración territorial y de regeneración y actualización de nuestras instituciones que consultando a los/las ciudadanos/as? Simplemente es eso lo que se pretende desde el PSC, que el pueblo de Catalunya se defina sobre su fututo. Y para ese proceso, incluso, demanda el diálogo con el estado.
Bien es verdad que en este proceso de decisión algunos estarán planteando la ruptura con el resto del estado, al igual que otros están apostando (sin ni siquiera consulta) por la recentralización de competencias, servicios y recursos, en una erosión sistemática del sistema de las autonomías y la vuelta a un pasado que ya quisiéramos tener olvidado (aunque no podemos). Pero podría parecer que esta vuelta al pasado encubierta no genera los mismos aspavientos que la aspiración legítima al derecho a decidir.
Y el derecho legítimo a decidir no excluye a nadie. Quiere esto decir que otros territorios también pueden manifestar su deseo de relación con el estado, y definir qué modelo y qué mejoras quisieran introducir. Los que aspiren a un modelo federal podrán compartir con los socialistas inquietudes de futuro. El resto tendrá que buscarse otras alianzas.
El reusar en estos momentos el debate del modelo territorial, la regeneración de las instituciones, el impulso democrático y la superación de la crisis económica y financiera es como tener la mirada fija en la pared, cuando el peligro nos acecha en el cogote.
El PSOE y el PSC, el PSC y el PSOE, tienen la responsabilidad de seguir avanzando juntos para garantizar el progreso del país (de España y Catalunya, de Catalunya y España). Ambos han sido piezas claves en el pasado inmediato y deben ser la garantía de futuro. Difícilmente hubiésemos llegado al punto que nos encontramos si no hubiese sido por la implicación decidida (entre otras muchas) del socialismo español y catalán. A pesar de las dificultades y de algunos desencuentros, a pesar incluso de alguna discrepancia, PSOE y PSC deben decidir seguir compartiendo un modelo de futuro. Si no es así, por una parte, el modelo de Estado Federal al que aspiramos no será posible; por otro lado, Catalunya puede iniciar un camino de difícil retorno.