dilluns, 4 de novembre del 2013

UNA OFENSA INNECESARIA

Me cansa, me aburre y me ofende, como socialista, como catalán y como ciudadano de este territorio múltiple que algunos llamamos Estado, otros catalogan como nación, e incluso algunos definen como patria, las gratuitas declaraciones de nuestro estimado amigo Alfonso (¿o hay que llamarle Guerra?).
Me ofende extremadamente de que alguien (ni que sea Alfonso/Guerra) pueda dudar de que otros puedan ser –o sentirse- catalanes y socialistas. De la misma manera, pienso yo, que cualquiera pueda sentirse español, francés o sueco, y no por ello dejar de ser socialista. ¿O acaso “algún” socialismo tiene patente de corso y se es más o menos, en función de la nación a la que uno se adscribe?
Siempre he pensado que la identificación con un determinado territorio no condiciona la ideología de una persona. Ni mucho menos. Ni tan siquiera la identificación llevada a un punto más extremo (lo que suele llamarse nacionalismo) es característico de una ideología concreta. ¿O no hay nacionalistas de uno u otro territorio que se adscriban a determinada ideología o a su contraria?
Pongamos algún ejemplo. ¿Es más o menos nacionalista aquel que defiende la nación española, la alemana, la inglesa, o –dado el caso- la catalana, la gallega o la andaluza? ¿Quizá para ostentar esta categoría, el territorio al que se adscribe la nacionalidad deba tener determinadas dimensiones? Quizá la paradoja esté en no reconocerle nacionalidad a determinados territorios, pero entonces, ¿por qué darle categoría de nacionalista a alguien que defiende un territorio, si no le damos al territorio tal categoría?
 Y siguiendo con los ejemplos, ¿desde cuándo el nacionalismo responde a una ideología concreta? Yo –al igual que muchos más- conozco o reconozco a acérrimos nacionalistas ideológicamente situados muy  a la derecha. O, ¿dónde deberíamos colocar a una extrema y rancia derecha que está –que sigue- defendiendo una determinada nación española (por ejemplo)? O, en el otro extremo, ¿no es cierto que desde postulados radicales de la izquierda algunos movimientos han defendido, y siguen defendiendo, territorios muy concretos? ¿No es irrefutable que la derecha y la izquierda comparten postulados identitarios a la hora de defender el territorio con el que se identifican, sea éste de la extensión que sea? ¿Porqué pues identificar la defensa de un territorio con la ideología (derecha o izquierda) en función de los intereses de cada cual?
Otra cosa muy distinta sería priorizar las ideas a la identidad nacional, o viceversa. Pero ésa es otra cuestión…y otra discusión.
¿A qué viene, pues, la sandez manifestación de que el PSC no es socialista porque está defendiendo los postulados del nacionalismo catalán (cosa absolutamente falsa)? ¿Qué decir, con estos mismos argumentos, de los socialistas que defienden otro tipo de nacionalidad, y por tanto de nacionalismo? ¿Ésos, o algunos de ellos, están legitimados para defender su identidad, e incluso para deslegitimar la de los otros? Y mientras tanto los otros no pueden, siquiera, discrepar de los unos.
Es, sencillamente, un cansino sinsentido que empieza a cansar, a aburrir, y, lo más grave, a ofender (y mucho), viniendo de quien viene.
Tan difícil no ha de ser (para una persona progresista, abierta y tolerante) la aceptación y el reconocimiento de la diversidad. El respeto a la diferencia es la clave y  la base de la convivencia.
Si somos capaces de asumir que en nuestra propia familia (enraizada por verdaderos nódulos genéticos) existe la diversidad; si asumimos que nuestros vecinos (con los que convivimos armoniosamente) son diversos; si aceptamos que los pueblos (históricos núcleos de convivencia) son plurales; si reconocemos la diversidad de las partes que conforman cualquier todo, ¿cómo negar el reconocimiento de la pluralidad a los territorios que componen un país (se le llame a éste como se quiera)?
Y defender la pluralidad no es sinónimo de apuntarse a un nacionalismo mal entendido, y mucho menos de haber renunciado a los principios del socialismo democrático.
Seguramente algunos de los que tanto critican el nacionalismo de los otros (y no soy yo quien los defienda, estando al pairo de cualquiera de ellos), deberían mirarse al espejo y, en un acto de sinceridad, definir lo que están viendo. Si fuesen tan sinceros como vehementes, quedarían sorprendidos.